¿Han
oído hablar del águila que fue criada con gallinas? Por desconocer su
naturaleza y potencial desarrolló una mentalidad tan limitada que olvidó la
amplitud de sus alas para vivir en gallineros, dejó la posibilidad volar los
cielos para caminar en la tierra y omitió su visión para vivir buscando gusanos
que comer.
Estoy seguro que el primer mensaje de Jesús
para esta águila, tal como lo fue en su primera predicación al iniciar su
ministerio, sería ¡arrepiéntete porque el Reino de los Cielos se ha acercado[1]! No consolaría al águila
por vivir como gallina sino que le ordenaría que cambie su manera de pensar, instruyéndole
que no se conforme a la mentalidad del corral que llamamos mundo, sino que se
transforme mediante la renovación de su entendimiento para que comprenda la
buena, agradable y perfecta voluntad del Padre sobre su vida[2].
En estos años de conocer a Cristo y
ministrar su iglesia, he conocido algunas águilas viviendo como águilas, ricas
y abundantes en la vida de Dios, prósperas en sus propósitos, con una visión
amplia, llenas de fe y con un potencial en desarrollo impresionante; pero también
he visto muchas otras viviendo como gallinas en corrales, con el peso del
potencial en sus alas y una cabeza gacha buscando oportunidades en la tierra,
persiguiendo asuntos y promesas del Cielo con métodos del mundo.
Los dos tipos de águila tienen la misma
naturaleza y potencial, la diferencia está en la mentalidad y el comportamiento
con el que se desarrollan; ambas son amadas por Dios, fueron pensadas para
sobrevolar los cielos y gobernar desde las alturas, pero una vive
abundantemente en los propósitos de Dios, mientras que la otra sobrevive en un
entorno limitado, con un potencial eterno sembrado en su corazón que desconoce.
Mi pregunta sobre nosotros es, si hoy fuéramos águilas ¿a cuál
corresponderíamos?
Tal como estas águilas, la vida que manifestamos
como hijos de Dios en esta tierra depende de la mentalidad y comportamiento que
desarrollamos según la naturaleza y visión que reconocemos en nosotros mismos,
por lo que aunque el poder de Cristo que opera en cada uno es el mismo, su
efecto es diferente según la mentalidad con que enfrentamos la vida y el
corazón con el que creemos y seguimos Su voz.
De esta manera, dentro del Reino podemos encontrar hijos herederos que con madurez en el espíritu son capaces de administrar los asuntos de la casa del Padre, gobernando sobre la herencia confiada por Dios de manera próspera y eficaz conforme a la mente de Cristo, e hijos que teniendo el mismo potencial, sostienen una mentalidad de esclavitud ligada a los rudimentos del mundo que les inhabilita para administrar la herencia que les pertenece, teniendo acceso a la casa del Padre con el derecho de un hijo heredero, pero sin la capacidad de poseer la herencia, viviendo como siervos hasta que alcanzan la madurez necesaria para ser confiables de recibir la autoridad requerida para administrar los negocios del Padre.
"Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo"
Gálatas 4:1-3
Los rudimentos del mundo corresponden a los principios que rigen los sistemas del hombre en esta tierra, los cuales han sido configurados según una mentalidad que no reconoce las verdades del Espíritu ni la justicia del Reino, levantando argumentos y motivaciones sustentadas en el temor, el orgullo, la avaricia y una serie de manifestaciones enraizadas en el corazón del hombre caído, que obran en contra de los principios establecidos por Dios para gobernar y administrar las riquezas de su herencia.
De esto emana un problema que llamaremos conflicto de incompatibilidad, el cual
se explica en que las cosas celestiales como la herencia, la riqueza y la
bendición, no pueden ser administrados según los rudimentos del mundo, ya que carecen
de la base de justicia y verdad requeridos para alcanzar la confianza necesaria
para poseerlas, por lo que es necesario tener un profundo arrepentimiento que
nos transforme desde una mentalidad de esclavos, a la naturaleza de un hijo
maduro capaz de manifestar la mente de Cristo.
El problema de la mentalidad ceñida a
los rudimentos del mundo en la iglesia, explica en gran medida la discordancia
que cité en el primer post de este blog respecto a la grandeza natural que
tienen los hijos en su condición como herederos de Dios, y la vida que muchas
veces manifiestan en la tierra, fuera de las promesas y bendición que Cristo
nos entregó al hacernos coherederos de Su Reino.
Por este motivo, es necesario que cada hijo, al igual que las águilas del corral, se sacuda del
polvo del mundo al extender sus alas para subir a las dimensiones eternas del
Cielo, a fin de descubrir por el Espíritu, la verdad y la justicia del Reino de
Dios, renovando su entendimiento para acceder a la herencia que le fue dada y
administrar los negocios del Padre según la mente de Cristo.
Finalizo esta publicación haciendo la invitación a que podamos seguir la prioridad que Jesús definió como una máxima en la vida de los hijos: buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia[3], porque la gran mayoría de las cosas que comúnmente nos enredan en la vida y nos hacen perder el tiempo en el “corral”, son las que el Padre preparó de antemano como una añadidura que nos seguiría al caminar como hijos entendidos que conocen su corazón y viven según su propósito y justicia en la tierra.
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